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en lo posible al Misántropo de Moliere, y me pareció que de este modo mi cuadro tenia todo el claro y oscuro que anteriormente le faltaba. Así nació el plan de mi Cristina: ya que me había tomado tanto trabajo, me pareció completar mi obra escribiéndola toda en redondillas; y si bien no se me ocultó que quizás, aunque saliese regular el estilo, podría perjudicarle la monotonía de un tan seguido martilleo, me resolví á no emplear la mezcla de metros que se ha hecho tan común en el día, porque no me parece estar en lo natural, supuesto que en el mundo hablamos siempre por un mismo tono; y si bien se podrá decir que tampoco hablamos en verso, es fácil contestar que el verso es el lenguaje culto del teatro, y que el que puede dar lo mas hace muy mal si se contenta con lo menos: además, no tuvo poca parte en esta resolución la idea de la gracia encantadora con que V. recita las producciones de nuestros antiguos compositores, y de la dulzura con que su meliflua voz expresa sus cadenciosos versos. La fortuna, mas benigna de lo que yo merezco, ha coronado mi trabajo de un modo extraordina rio debido á la mas brillante ejecución y á la benignidad de nuestros espectadores. Sin embargo,