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Página:Cuento de otoño - Enrique E Rivarola.pdf/14

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XXII

Diré sencillamente y sin rodeos,
como cumple á lo grave de la historia,
que Silvia, entre adorables fantaseos,
perdida la razón, marchó á la gloria,
Murió como los ángeles. Deseos
del cielo la llamaron. Su memoria
quedó. Voló el perfume de la rosa,
y una flor más perdió la mariposa.

XXIII

Una tarde de abril es tarde triste;
una puesta de sol el alma apena;
oscuras sombras el espacio viste,
rumor de quejas en el aire suena;
sin brío y sin calor la luz resiste,
la sombra avanza, el infinito llena:
y, como lumbre y armonías quiere,
el hombre sufre si la tarde muere.