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EL VIEJO GENERAL

de palo:—Basta, muchacha, basta de canturria!

La nieta volvía al cuartito de las modestas colgaduras blancas, de las piedras y petrificaciones del Chaco, como quien dice bibelots y porcelanas de Saxe, y allí, con un estallido de risa desarrugaba el ceño del anciano.

—¿A que no sabe, abuelito— preguntó aquel día—porqué me río con tantas ganas? Y como el viejo nada contestara sino:—loca, loca;—ella se puso á tararear:

Para dispersar, señor,
del viaje de mis ensueños
los perfumes de las flores
que extrañas traigo en el pelo.

—Ah! romántica insoportable; dichoso el que te pierda!—gritó una voz de fiera enjaulada, y cayó de las manos de misia Pepa el cajón de las costuras.

La muchacha rió del apostrofe, corrió al piano de nuevo, y atacó con brioso empuje la marcha de Ituzaingo.

Airosos los arpegios con bélicos rumores, sonaron entre las piedras de micas relumbrosas, conmovieron los cristales, saltaron entre las blancas colgaduras, mientras el viejo, ante el retrato de un joven capitán que lucía su pechera roja entre fotografías amarillentas, llevaba el compás con la mano, sonriente como un niño dichoso.