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La máscara — 51

menos alegre que yo, se regocijaría sobre tu rostro.

Bajé la mano en silencio, y dejé al antifaz triunfante sobre la estatua. Su mirada sin expresión era terrible en la inmovilidad de un pensamiento no descifrado ni entendido por humana inteligencia.

Quise volver á la lectura. Abrí de nuevo el libro de examen, repleto de teorías luminosas, según muchos, para cubrir vastos horizontes.

Las ideas, como traslúcidas y vibrantes, se embebían en mí espíritu, pero restregábame sin cesar los ojos, como si los cubriera una leve sombra proyectada por la máscara.

Y de los cuadros, de los libros, de los papeles y de la estatua inmóvil, emanaba en el silencio profundo de la noche, no sé que inmensa, abrumadora melancolía!...