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LEOPOLDO LUGONES

beata docilidad a la cual deben el rango que ocupan en ciertas metáforas religiosas y literarias. Si Pedro conocía el balido de cada una, cada una conocía la voz de Pedro con encantadora perfección; y era para él una gloria cuando por las tardes regresaban al aprisco, contener sus veleidades de retozo e independencia, con amonestaciones y silbidos que introducían frecuentemente, porque hubo casos, aunque muy extraordinarios, de rebelión, en que la honda de Pedro debió funcionar para mantener el orden.

Cuando nacían los corderos, la alegría del chico llegaba a su colmo. con qué solicitud les cuidaba y protegía, corrigiendo la inexperiencia de las madres jóvenes, remediando la indiferencia de algunas, compartiendo por la noche su mezquina camita con los recién nacidos que se extraviaban del corral cercano y le buscaban vacilantes sobre sus patas temblonas, con los huérfanos que les lamían la cara tan triste y silenciosamente, a la luz de la luna! Aquellos animalitos eran una especie de hermanos suyos, más queridos que los otros, porque eran más inferiores, y al mismo tiempo algo así como hijos, según entendía eso el muchacho en el temeroso titubeo de su pubertad inminente.

Siete años llevaba Pedro de vivir con la majada desde el alba hasta la noche. ¡Si había visto él nacer corderos! De algunos era hasta abuelo ya, según le parecía. Pero resultó que con los años, variaron profundamente las ideas de Pedro, sin que él se diera cuenta de ello. Ahora, como estaba más vigoroso, era más bueno. Le gustaba menos correr, sin duda porque comenzaba a pensar; ya no hablaba solo, pero recogía flores para la virgen que estaba allá en la casa, en su nicho, junto a la cama de madre. Mientras las ovejas pacían por las cañadas verdes, él, recostado bajo algún árbol corpulento, en la silenciosa apacibilidad del campo, si no dormía, inventaba cuentos ¿Para quién? Para nadie quizás, pues no los refería a los otros niños. Y mientras su pensamiento trabajaba, como era laborioso, empleaba sus manos también en algo útil. Sólo que en vez de fabricar trampas de pájaros como antes, estaba ahora ocupado con mucho ahinco en la construcción de una flauta. Estas aficiones musicales de los últimos tiempos, coincidieron con un notable au-