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La Ruina de la Casa de Úsher

el espectáculo, aun cuando no había rastro de luna ni de estrellas, ni resplandor alguno de relámpagos. Sin embargo, la superficie inferior de aquellas pesadas masas de agitado vapor, así como todos los objetos terrestres que nos rodeaban, resplandecían a la luz sobrenatural de una exhalación gaseosa, débilmente luminosa y perfectamente visible que circundaba y envolvía toda la mansión.

—¡No debéis presenciar este espectáculo, no lo presenciaréis!—exclamé dirigiéndome a Úsher y estremeciéndome, mientras le arrastraba con suave violencia desde la ventana hasta un asiento.—Estas manifestaciones que os perturban son simplemente fenómenos eléctricos bastante comunes, o quizá puedan también derivar su fantástico origen de los pesados miasmas del lago. Cerremos esta ventana; el aire está frío y es peligroso en vuestras condiciones. He aquí uno de vuestros romances favoritos. Yo leeré y vos escucharéis; y pasaremos juntos esta horrible noche."—

El antiguo volumen que había cogido era el Mad Trist de Sir Láuncelot Cánning; pero lo califiqué de favorito de Úsher más bien bromeando tristemente que hablando de buena fe, porque en verdad nada podía encontrarse en su verbosidad grosera y poco imaginativa que pudiera interesar el elevado y espiritual idealismo de mi amigo. Fué, con todo, el primer libro que pude haber a mano inmediatamente; y alimenté la vaga esperanza de que la excitación que agitaba en aquel momento al hipocondriaco encontrara momentáneo alivio—pues que la historia de los desórdenes