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Página:Cuentos clásicos del norte.djvu/264

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Cuentos Clásicos del Norte

cómo lo que yo observé era verdaderamente la consecuencia natural de la forma de los fragmentos flotantes; y me mostró cómo sucedía que un cilindro arrastrado en un vórtice ofrece más resistencia para la succión y es absorbido con mayor dificultad que otro cuerpo de igual volumen y de cualquiera otra forma.[1]

"Hubo una circunstancia que hirió mi imaginación, haciéndome adelantar mucho en la vía de estas observaciones y volviéndome ansioso de ponerlas en práctica; y fué que a cada revolución dejábamos atrás algo semejante a un barril o quizá la verga o mástil de algún buque, mientras muchos otros objetos que habían estado a nuestro nivel cuando abrí los ojos por primera vez a las maravillas del abismo, encontrábanse ahora mucho más arriba de nosotros y parecían haber avanzado muy poco de su primera posición.

"No vacilé más. Resolví atarme fuertemente al tonel vacío que me servía de apoyo en aquel momento, y lanzarme con él al agua. Traté de llamar la atención de mi hermano señalando a los barriles que flotaban cerca de nosotros, e hice cuanto estuvo en mi poder para explicarle lo que intentaba acometer. Creo que al fin me comprendió; mas fuera éste o no el caso, sacudió la cabeza desesperadamente y rehusó abandonar su posición cerca de la argolla. Era imposible para mí llegar hasta él; la ocasión no admitía retardo; y así, con amarga lucha le abandoné a su suerte, atándome al tonel con las mismas cuerdas que le sujetaban a


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  1. Véase Arquímedes: De Incidentibus in Fluido, libro 2.