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Cuentos Clásicos del Norte

y había perseguido y cazado además, con ayuda de Júpiter, un escarabajo que juzgaba absolutamente nuevo, pero acerca del cual quería tener mi opinión a la mañana siguiente.

—¿Y por qué no ahora mismo?—pregunté, restregándome las manos sobre la llama y enviando al diablo in mente toda la tribu de escarabajos.

—¡Ah! ¡Si hubiera podido adivinar que estabais aquí!—exclamó Legrand;—pero hace tanto tiempo desde que nos vimos la última vez que, ¿cómo iba a prever que me visitarais precisamente esta noche? De regreso a casa encontré al teniente G——, el del fuerte, y neciamente le dejé prestado el insecto; de manera que es imposible que lo veáis hasta mañana. Quedaos aquí esta noche y enviaré a Júpiter a buscarlo al amanecer. ¡Es la cosa más linda de la creación!

—¿Qué? ¿el amanecer?

—¡No! ¡Qué ocurrencia! ¡el escarabajo! Es más o menos del tamaño de una nuez grande de nogal, color de oro brillante, y con dos manchas negras como azabache, una a cada lado del extremo superior del dorso, y otra, algo más extensa, al otro extremo. Las antenas son...

—No tié ná d'etaño,[1] amo Will, se lo digo a uté," interrumpió Júpiter. "Er bicho é toíto de oro macizo por adentro y ajuera, menos las alas... Nunca en mi vía tantié un animal má pesao.

—Bien; supongamos que sea así, Jup,—replicó


  1. El sonido semejante de antenas y estaño en inglés provoca la equivocación del negro que no entiende mucho de requilorios de pronunciación.—La Redacción.