— La cucaracha. Seguro que esa cucaracha de oro lo picó en algún lao de la cabeza.
— Y ¿qué motivo tienes para pensar eso, Júpiter?
— Esa cucaracha tiene mu güeñas patas y mu güeña boca. Nunca vide un bicho más condenao: muerde y patea tó lo que se le arrima. Amo Will la cazó primero, pero le digo que tuvo que soltarla mu prontito. Y entonce creo que lo mordió. A mí dio miedo la boca e la cucaracha p'agarrarla, pero la pesqué con un peaso e papel. L'envolví con el papel y tamién l'ise comé papel. Así jué.
— Y ¿crees entonces que el insecto picó verdaderamente a tu amo y que la picadura lo ha enfermado?
— A mí no é que me paece... Toy seguro. ¿Po qué soñó tanto con el oro si no é poque lo picó el bicho de oro? Yo he oído dende antes habla de estas cucarachas de oro.
— Pero ¿cómo sabes que sueña con oro?
— ¿Que cómo sé? Poque habla de eso cuando duerme. Po eso toy seguro.
— Bien, Júpiter, quizá tengas razón; pero ¿a qué circunstancia afortunada debo el placer de tu visita?
— ¿Qué dise, patrón?
— ¿Me traes algún recado de Mr. Legrand?
— No, patrón, traigo ete paquete; —y aquí Júpiter me entregó una carta que decía así:
Querido——
¿Por qué no habéis venido en tanto tiempo? Espero que no seréis tan bobo de ofenderos por mis pequeños arranques; no, eso no es posible.