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Página:Cuentos clásicos del norte (Segunda serie).djvu/155

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Cuentos Clásicos del Norte

parecer. Pronto, sin embargo, pudo notarse un cambio singular. Los arrugados y secos pétalos se agitaron, adquiriendo un tinte carmesí más vivo, como si la flor despertara de algún sueño mortal; el esbelto tallo y las ramitas de follaje tomaron tonos verdes; y por ultimo la rosa de medio siglo atrás apareció tan lozana y fresca como cuando Silvia Ward la obsequió a su prometido. Apenas si lucía completamente abierta; pues algunas de sus delicadas hojas encarnadas apretábanse todavía modestamente sobre su húmedo seno, donde brillaban dos o tres gotas de rocío.

—Es ciertamente una linda ilusión óptica—dijeron descuidadamente los amigos del doctor, pues habían presenciado mayores milagros en espectáculos de prestidigitación; —haced el favor de mostrarnos de qué manera se realiza.

—¿Habéis oído hablar alguna vez de la Fuente de la Juventud? —preguntó el doctor Héidegger, —aquélla que fué a buscar Ponce de León, el aventurero español, hará dos o tres centurias?

—Pero ¿la encontró al fin Ponce de León? — preguntó la viuda Wycherly.

—No, —respondió el doctor Héidegger,— porque nunca la buscó en su verdadero sitio. La Fuente de la Juventud, si estoy bien informado, se encuentra situada en la parte meridional de la península de la Florida, no lejos del lago Macaco. Su manantial está sombreado por varias magnolias gigantescas, que aun cuando cuentan innumerables siglos se conservan tan frescas como violetas por la virtud de esta agua maravillosa. Un amigo