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Cuentos cortos

era posible volviera a su casa; pero que había resuelto ayudarle en el establecimiento de un pequeño comercio que le proporcionara los medios de vida.

No tardó el manco en poner manos a la obra. Alquiló un reducido local y se dedicó al expendio de tabaco y cigarrillos.

Entre la escasa clientela que frecuentaba la desmantelada tienda, había dos amigos del paralítico, tertulianos de tresillo, a quienes, más que el propósito de dejar al manco alguna ganancia, llevábales otro designio: obtener de boca del criado (que suponían despechado) la confirmación de sucesos graves que se dijo pasaIron en casa de Guzmán. Rodrigo lo negó todo.

Esta acción de los amigos de su patrón llenó de indignación al fiel servidor, el cual notó que con su desmentido no había disipado lo que hubiera querido ocultar o borrar; antes bien, parecióle que se había grabado más en aquellos hombres la convicción de que eran ciertas las especies propagadas. Pensó entonces que la mejor manera de desvirtuar hechos graves era substituirlos por otros semejantes, de menor o ninguna importancia.

Así lo hizo. Esperó el momento que estuvieran en la tienda los dos parroquianos y refirióles hechos que realmente no eran los que habían sucedido.

Pero la acción del manco no llegó a la casa de Guzmán noble como ella era. Un día asaltaron los hijos al paralítico y le hicieron cargo de proteger a un criado infiel; que no sólo revelaba secretos de familia, sino que inventaba cosas que nunca existieron: como que hubo en la casa jugadores y hasta tuberculosos!...

—No puede ser; no puede ser — dijo el paralítico Rodrigo nunca bebió. No está loco...