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Escenas de corral

gría. Pero en verdad, yo no puedo apreciar vuestro canto á fuer de inteligente, y es por eso que prescindo de necios cumplidos.»

—«No le molestéis, repuso la Portuguesa; considerad que tiene necesidad de reposo y de cuidados. ¿Queréis, amiguito mío, que os suministre un nuevo baño?»

—«No, no, respondió el pájaro con viveza: dejadme secar y calentarme.»

—«Es extraño, dijo la Portuguesa: el único remedio que á mi me sienta bien es el agua fresca. Tal vez un poco de distracción os aliviará. Ya veréis: en breve vendrán á visitaros las gallinas; entre ellas hay dos chinas pequeñas que llevan como si dijéramos unos pantalones, y que además son muy graciosas y elegantes. También ellas como yo proceden de países lejanos, y son personas sumamente distinguidas.»

En efecto, fueron llegando las gallinas acompañadas del gallo que en aquellos momentos estaba de buen humor y se mostraba muy cortés, ó por lo menos no tan insoportable como otras veces.

—«Sois en verdad un excelente cantor, le dijo, y de vuestra vocecita sacáis todo el partido que puede sacarse de una voz pequeña. Pero necesitaríais más fuerza, más energía, para convencer á todos de que sois un macho.»

Las dos chinas permanecían embelesadas é inmóviles ante el pajarillo, que con sus plumas todavía erizadas por efecto del remojón, se ofrecía á sus ojos con el aspecto de un polluelo chino.—«¡Qué lindo es!» decían, y se pusieron á hablar con él en voz baja y reprimida, según los preceptos de la cor tesía china.

—«Nosotras pertenecemos á vuestra especie, hermoso pajarito, le decían: los patos, incluso la Portuguesa, son aves acuáticas. Quizás nunca habíais oido hablar de nosotras; pues con todo y pertenecer