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La Pulgarcilla

Cuando llegó la primavera y reaparecieron el sol y el buen tiempo, la golondrina anunció á su compañera su vehemente deseo de partir, y aunque con esta resolución la llenaba de tristeza, púsose á ensanchar la topinera y abrió un agujero por el cual un hermoso rayo de sol mundó de luz el sombrío corredor.

—«¡Qué buen tiempo debe hacer fuera de este recinto! dijo la golondrina. Si quieres acompañarme te llevaré en mis alas al verde bosque.»

La Pulgarcilla pensó en la bondadosa rata que tan bien se había portado con ella y no pudo decidirse á darle un disgusto marchándose así tan bruscamente.

—«No, no puedo,» contestó.

—«Entonces, adiós, tierna y encantadora niña, adiós», dijo la golondrina lanzándose al espacio. La Pulgarcilla la contempló revolviéndose gozosamente en la luz del sol, sin poder contener dos raudales de tiernas lágrimas que se le agolparon á los ojos, al considerar que perdía á su mejor amiga Quivit, quivit» cantó el pájaro por última vez y desapareció en el bosque.

Tanto más triste y 'afligida quedóse la Pulgarcilla, cuanto ya no pudo á tomar el sol, pues sobre la ratonera habían sembrado trigo y la rata le decía:— No te arriesgues á salir, pues como eres tan pequeña, con facilidad te perderías en ese laberinto de altos tallos y no podrías dar nuevamente con el camino de mi casa.»

—«Voy á darte una buena noticia, le dijo el día siguiente: el topo me ha pedido tu mano. ¡Qué fortuna, hija mía! Ahora será preciso ocuparse de tu canastilla, procurando que en ella no falte nada: figúrate que vas á casarte con un personaje muy distinguido.»

Y envió por cuatro arañas, que de día y de noche tejían las telas más finas y primorosas. El topo