Página:Cuentos de amor de locura y de muerte (1918).pdf/111

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
103
Cuentos de amor de locura y de muerte

que animaba su soledad a las siete y a las doce, adquirió lúgubre silencio.

Mamá no se atrevía a dar un paso fuera del patio.

Al menor ladrido miraba sobresaltada hacia la portera, y apenas anochecía, veía avanzar por entre el pasto ojos fosforescentes. Concluída la cena se encerraba en su cuarto, el oído atento al más hipotético aullido.

Hasta que la tercera noche me desperté, muy tarde ya tenía la impresión de haber oído un grito, pero no podía precisar la sensación. Esperé un rato. Y de pronto un aullido corto, metálico, de atroz sufrimiento, tembló bajo el corredor.

—¡Federico! — oí la voz traspasada de emoción de mamá — ¿sentiste?

—Sí— respondí, deslizándome de la cama. Pero ella oyó el ruido.

¡Por Dios, es un perro rabioso! ¡Federico, no salgas, por Dios! ¡Juana! ¡ Dile a tu marido que no salga! clamó desesperada, dirigiéndose a mi mujer.

Otro aullido explotó, esta vez en el corredor central, delante de la puerta. Una finísima lluvia de escalofríos me bañó la médula hasta la cintura. No creo que haya nada más profundamente lúgubre que un aullido de perro rabioso a esa hora. Subía tras él la voz desesperada de mamá.

—¡Federico! ¡Va a entrar en tu cuarto! ¡No salgas, mi Dios, no salgas! ¡Juana! ¡Dile a tu marido!...

—¡Federico!—se cogió mi mujer mi brazo.

Pero la situación podía *tornarse muy crítica si Din tired by Google