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Horacio Quiroga

tía sin darse cuenta, con la costumbre del chico.¡Pum! ¡toda ha concluído De golpe: ¿Y si no me hubiera visto?... ¡Claro!

¡pero claro! Su rostro se animó de nuevo, acogiéndose con plena convicción a una probabilidad como ésa, profundamente razonable.

A las tres golpeaba en casa del doctor Arrizabalaga. Su idea era elemental: consultaría con cualquier mísero pretexto al abogado, y entretanto acaso la viera. Una súbita carrera por el patio respondió al timbre, y Lidia, para detener el impulso, tuvo que cogerse violentamente a la puerta vidriera. Vió a Nébel, lanzó una exclamación, y ocultando con sus brazos la liviandad doméstica de su ropa, huyó más velozmente aún.

Un instante después la madre abría el consultorio, y acogía a su antiguo conocido con más viva complacencia que cuatro meses atrás. Nébel no cabía en sí de gozo, y como la señora no parecía inquietarse por las preocupaciones jurídicas de Nébel, éste prefirió también un millón de veces tal presencia a la del abogado.

Con todo, se hallaba sobre ascuas de una felicidad demasiado ardiente y, como tenía 18 años, deseaba irse de una vez para gozar a solas, y sin cortedad, su inmensa dicha.

Tan pronto, ya!—le dijo la señora. — Espero que tendremos el gusto de verlo otra vez... ¿No es verdad?

—¡Oh, sí, señora !

—En casa todos tendríamos mucho placer... ¡suCitized by Google