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Cuentos de amor de locura y de muerte

asunto, uno solo, pero que absorbe su vida enterauna Es una obsesión, prosiguió Ayestarain sencilla obsesión a 42°. Tiene constantemente fijos los ojos en la puerta, pero no llama a nadie. Su estado nervioso se resiente de esa muda ansiedad que la está matando, y desde ayer hemos pensado con mis colegas en calmar eso... No puede seguir así.

¿Y sabe Vd.. concluyó — a quién nombra cuando el sopor la aplasta?

—No sé... le respondí, sintiendo que mi corazón cambiaba bruscamente de ritmo.

—A Vd. — me dijo, pidiéndome fuego.

Quedamos, bien se comprende, un rato mudos.

—¿No entiende todavía? — dijo al fin.

—Ni una palabra... murmuré aturdido, tan aturdido como puede estarlo un adolescente que a la salida del teatro ve a la primera gran actriz que desde la penumbra del coche mantiene abierta hacia él la portezuela... Pero yo tenía ya casi treinta años, y pregunté al médico qué explicación se podía dar de eso.

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— Explicación? Ninguna. Ni la más mínima.

¿Qué quiere Vd. que se sepa de eso? Ah, bueno...

Si quiere una a toda costa, supóngase que en una tierra hay un millón, dos millones de semillas distintas, como en cualquier parte. Viene un terremoto, remueve como un demonio eso, tritura el resto, y brota una semilla, una cualquiera, de arriba o del fondo, lo mismo da. Una planta magnífica... ¿Le basta eso? No podría decirle una palabra más. ¿Por qué Vd., precisamente, que apenas la conoce, y a quien la enferma no conoce tampoco más, ha sido Google