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Horacio Quiroga

—Ya te he dicho: ¡no—qui—e—ro! Ni una palabra más sobre esto, ¿me oyes?

La angustia de la noche anterior tornó a desmesurarle los ojos.

40 —Entonces—articuló con voz profundamente tomada es lo que pienso, lo que tú sabes que yo pensaba cuando mentiste anoche. De modo... Bueno, dejemos, no es nada. Hasta mañana.

Lo detuve del hombro y se dejó caer en seguida de brazos en la mesa.

—Quédate—le dije.—Vas a dormir aquí conmigo.

No estés solo.

Durante un rato nos quedamos en profundo silencio. Al fin articuló, con la voz blanca :

—Es que me dan unas ganas locas de matarme...

Por eso! ¡Quédate aqui!... No estés solo.

Pero no pude contenerlo, y pasé toda la noche inquieto.

Usted sabe qué terrible fuerza de atracción tiene el suicidio, cuando la idea fija se ha enredado en una madeja de nervios enfermos. Habría sido menester que a toda costa Vezzera no estuviera solo en su cuarto. Y aun así, persistía siempre el motivo.

Pasó lo que temía. A las siete de la mañana me trajeron una carta de Vezzera. Me decía en ella que era demasiado claro que yo estaba enamorado de su novia, y ella de mí. Que en cuanto a Maria, tenía la más completa certidumbre; y que yo no había hecho sino confirmarle mi amor con mi negativa a ir más allá. Que estuviera yo lejos de creer que se mataba de dolor, absolutamente no. Pero él no era hombre . Din tired by Google 1 I