Página:Cuentos de amor de locura y de muerte (1918).pdf/50

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
42
Horacio Quiroga

nas sintió mi contacto se estremeció violentamente y rompió en sollozos. Le abracé la cabeza por detrás.

—Sí, mi alma querida... ¿quieres? Podremos ser muy felices. Eso no importa nada... ¿quieres?

¡No, no! me respondió—no podríamos... no, ¡ imposible !

— Después, sí, mi amor!... ¿Sí, después?

— No, no, nol—redobló aún sus sollozos.

Entonces salí desesperado, y pensando con rabiosa amargurá que aquel imbécil, al matarse, nos había muerto también a nosotros dos.

Aquí termina mi novela. Ahora, ¿quiere verla a ella?

— María ! — se dirigió a una joven que pasaba del brazo. Es hora ya; son las tres.

Ya? ¿las tres? — se volvió ella. — No hubiera creído. Bueno, vamos. Un momentito.

Zapiola me dijo entonces:

—Ya ve, amigo mío, como se puede ser feliz después de lo que le he contado. Y su caso... Espere un segundo.

Y mientras me presentaba a su mujer:

—Le contaba a X cómo estuvimos nosotros a punto de no ser felices.

La joven sonrió a su marido, y reconoci aquellos ojos sombríos de que él me había hablado, y que como todos los de ese carácter, al reír destellan felicidad.

—Sí,—repuso sencillamente—sufrimos un poco...

¡Ya vel—se rió Zapiola despidiéndose.—Yo en lugar suyo volvería al salón.

Citized by Google