nas sintió mi contacto se estremeció violentamente y rompió en sollozos. Le abracé la cabeza por detrás.
—Sí, mi alma querida... ¿quieres? Podremos ser muy felices. Eso no importa nada... ¿quieres?
¡No, no! me respondió—no podríamos... no, ¡ imposible !
— Después, sí, mi amor!... ¿Sí, después?
— No, no, nol—redobló aún sus sollozos.
Entonces salí desesperado, y pensando con rabiosa amargurá que aquel imbécil, al matarse, nos había muerto también a nosotros dos.
Aquí termina mi novela. Ahora, ¿quiere verla a ella?
— María ! — se dirigió a una joven que pasaba del brazo. Es hora ya; son las tres.
Ya? ¿las tres? — se volvió ella. — No hubiera creído. Bueno, vamos. Un momentito.
Zapiola me dijo entonces:
—Ya ve, amigo mío, como se puede ser feliz después de lo que le he contado. Y su caso... Espere un segundo.
Y mientras me presentaba a su mujer:
—Le contaba a X cómo estuvimos nosotros a punto de no ser felices.
La joven sonrió a su marido, y reconoci aquellos ojos sombríos de que él me había hablado, y que como todos los de ese carácter, al reír destellan felicidad.
—Sí,—repuso sencillamente—sufrimos un poco...
¡Ya vel—se rió Zapiola despidiéndose.—Yo en lugar suyo volvería al salón.
Citized by Google