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Horacio Quiroga

No has visto el prendedor, Maria? Lo dejé aquí.

—Sí, lo he visto.

—¿Dónde está?se volvió extrañado.

—¡Aqui!

Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía con el prendedor puesto.

—Te queda muy bien—dijo Kassim al rato.

Guardémoslo.

María se rió.

—Oh, no! es mío.

..

—¿Broma?...

—Sí, es broma! ¡es broma, sí! ¡Cómo te duele pensar que podría ser mío...! Mañana te lo doy.

Hoy voy al teatro con él.

Kassim se demudó.

—Haces mal... podrían verte. Perderían toda confianza en mi.

¡Oh! cerró ella con rabioso fastidio, golpeando violentamente la puerta.

Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el velador.

Kassim se levantó y la guardó en su taller bajo llave.

Al volver, su mujer estaba sentada en la cama.

¡Es decir, que temes que te la robe! ; Qué soy una ladrona!

No mires así... Has sido imprudente, nada más.

¡Ah!¡Y a ti te lo confían! ¡ A ti, a ti!; Y cuándo tu mujer te pide un poco de halago, y quiere..me llamas ladrona a mí! ¡ Infame!

Se durmió al fin. Pero Kassim no durmió.

Entregaron fuego a Kassim para montar, un soli