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Cuentos de amor de locura y de muerte

cula de cocaína no enciende un delirio de fuerza, juventud, belleza?

El sepulturero fijó sus ojos a la órbita de la calavera, y no reconoció al hombrecillo moribundo. En el cutis, firme y terso ahora, no había el menor rastro de arrugas. Los labios, rojos y vitales, se entremordían con perezosa voluptuosidad que no tendría explicación viril, si los hipnóticos no fueran casi todos femeninos; y los ojos, sobre todo, antes vidriosos y apagados, brillaban ahora con tal pasión que el sepulturero sintió envidia.

65 Eso, así... ¿la cocaína? — murmuró.

—Si... ¡Ah! ¡Preciso es saber lo que son ocho años de agonía! ¡Ocho años, desesperado, helado, prendido a la eternidad por la sola esperanza de una gotal... Sí, es por la cocaína... ¿Y usted? Yo conozco ese olor... ¿cloroformo?

—Sí — repuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraíso artificial. Y agregó en voz baja—El cloroformo también... Me mataría antes que dejarlo.

La voz sonó un poco burlona.

—¡Matarse! Y concluiría seguramente; sería lo que cualquiera de esos vecinos mios... Se pudriría en tres horas, usted y sus deseos.

—Es cierto—pensó el sepulturero; — acabarían conmigo.

Pero el otro no se había rendido. Ardía aún después de ocho años aquella pasión que había resistido a la falta misma del vaso de deleite; que ultrapasaba la muerte capital del organismo que la creó, la sostuvo, y no fué capaz de aniquilarla consigo; Dig tired by Google