y haciendo al entrar una profunda reverencia, dijo al rey:
—Tengo la honra de presentar á V. M. este gazapito de parte del marqués de Cuatrovientos (nombre estrambótico que tuvo la humorada de colgarle á su amo), que me ha confiado tan alta y delicada mision.
—Dí á tu señor, contestó el rey, que se lo agradezco mucho y lo estimo.
Otra vez se escondió el gato entre unos trigos, dejando por de contado el saco abierto, y lo mismo fué meterse dentro dos perdices, que tirar de los cordones y cogerlas en el garlito. Su majestad recibió con grande aprecio las perdices, y recompensó al gato con una buena propina. El gato por espacio de dos ó tres meses continuó llevando de tiempo en tiempo á S. M. algunas piezas de caza de los sotos de su amo el marqués.
En cierta ocasion, noticioso el gato de que el rey saldria á pasearse por las orillas del rio en compañia de su hija, la más hermosa princesa del orbe, dijo a su amo:
—Si sigue V. mis consejos, se hace V. hombre. No tiene V. mas que bañarse en el rio, en el sitio que yo diga, y lo demás queda por mi cuenta.
El marqués de Cuatrovientos siguió al pié de la letra los consejos del gato, sin cuidarse de averiguar en qué pararia la broma.
Miéntras se estaba bañando, pasó el rey, y el gato empezó á gritar con toda la fuerza de sus pulmones:
—¡Socorro! ¡socorro! ¡Que se aboga el marqués de Cuatrovientos!
El rey, al oir tales gritos, asomo las narices por la