consuelo del náufrago, en medio de las tempestades de la vida y dará alas á vuestro espíritu para volar á Dios, único autor de todas las maravillas del universo. Entonces recordaréis con placer los sencillos cuentos de vuestra infancia, y descubriréis en las populares ficciones un sentido que ahora no podeis comprender. Entónces conoceréis que esos duendes que os miman y os halagan, no tienen parentesco ninguno con aquellos trasgos feotes y de mala ralea, que no saben más que hacer el bú para reirse de los mentecatos; y la razon severa os dirá que los que tan dulces ósculos imprimen en vuestra frente coronada de rublos cabellos, ninguna cuenta tienen que arreglar con las matemáticas, ni con la Inquisicion, ni con las mesas parlanchinas, ni con la policía; porque los conoce todo el mundo, y son gente de su casa, y tienen carta de naturaleza en España, y (segun reza la fe de bautismo) tienen por nombre ILUSION y POESÍA.
No vayais á creer que Cárlos Perrault, autor de estos cuentos, que en mal castellano os ofrezco, sea ningun zascandil criado en algun poblachon de la montaña. ¡Friolera! Nació nada ménos que en Paris, y en una época (1628) en que no eran zurdos los que manejaban la pluma. Un tal Colbert, á quien conoceréis tal vez en llegando la edad de los ángulos y triángulos, le nombró primer oficial de la superintendencia de los edificios de la casa real. Pero se conoce que los números de la Aritmética le atolondraban al bueno de Perrault algo más que los números de la poesia; pues