gabinete que está al extremo de la galería grande del piso bajo. Entra donde te plazca, abre y registra cuanto se te antoje; pero te prohibo entrar en aquel gabinete. ¿Oyes? Te lo prohibo, y ¡cuidado! porque si te atrevieras á abrirlo..... ¡infeliz! nada podria librarte de mi furor.
La muchacha prometió cumplir exactamente las órdenes de su esposo. Despues de abrazarla tiernamente, Barba-azul se metió en su carroza y emprendió el viaje.
Las vecinas y las amigas no esperaron que las invitasen, ni se hicieron de rogar. ¡Tan impacientes estaban por ver las preciosidades y tesoros de la casa! Ántes de que se ausentase el marido, ninguna se habia atrevido á pisar los umbrales, de miedo que les infundia la consabida barba azul.
Buena prisa se dieron en recorrer las salas, los gabinetes, los guardarropas á cual más lindo. Les faltaban ojos. Suben luego á las habitaciones en que se guardaban los muebles, y allí eran de ver la hermosura y multitud de tapices, de camas, de sofaes, de escritorios, de veladores, de mesas, de espejos de cuerpo entero, cuyos marcos, los unos de cristal, los otros de plata ó dorados, eran de lo más precioso y magnífico que jamás se haya visto. No cesaban de ponderar y envidiar la suerte de su amiga: la cual hacia poquísimo caso de todas aquellas riquezas, preocupada como estaba, y aguijoneada por el deseo de abrir el gabinete del piso bajo. Tanto pudo su curiosidad, que sin respeto á lo que la cortesía exigia, dejando á las visitas con la palabra en la boca, se escurrió por una escalera secreta, con tal precipitacion y azora-