—Abuelita, tienes unas piernas muy grandes.
—Son para correr mejor, hija mia.
—Abuelita, tienes unas orejas muy grandes.
—Son para oir mejor, hija mia.
—Abuelita, tienes unos ojos muy grandes.
—Son para ver mejor, hija mia.
—Abuelita, tienes unos dientes muy grandes.
—Son para comerte.
Dicho y hecho. El pícaro Lobo se arroja sobre infeliz Amapola, y ¡zás! se la comió.
Indicios dais de no cabal sentido,
Niñas de buen palmito y lindo talle,
Que prestais blando oido
Al primero que pasa por la calle.
Si ogaño como antaño
Tantas se come el lobo, no es extraño.
Sabido es que los lobos carniceros
Son de varias maneras;
Que los hay zalameros,
Muy rendidos, muy tiernos y muy finos.
Que al olor de las niñas hechiceras
Corren casas y calles y caminos.
Y esos lobos de alcorza y de jalea,
Segun consta en antiguos pergaminos,
Son ¡pesia tal! los de peor ralca.