Página:Cuentos de hadas.djvu/61

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do, entró el anillo como Pedro por su casa! Y cuando á un ligero movimiento de la infanta cayó el pellejo, pareció tan encantadora y deslumbrante la hermosura de su rostro, que el príncipe, débil y todo como estaba, se arrojó á sus rodillas y las estrechó contra sn pecho con un ardor tal, que hizo subir los colores al rostro de la pobre niña; pero casi nadie tuvo tiempo de advertirlo, porque el rey y la reina tambien la tenian abrazada con grandes extremos de cariño, y le pedian con ternura que se casase con su hijo.

La princesa, llena de confusion al ver las demostraciones de cariño que los reyes le prodigaban, y el amor de que la daba pruebas el hermoso príncipe, iba á manifestarles su gratitud, cuando de repente se abrió el pavimento del salon y en una carroza de ramas y flores de su mismo nombre apareció el hada de las Lilas; la cual, bajando de la carroza, con singular gracia y con todos sus pelos y señales, contó la historia de la infanta de la cruz á la fecha.

El rey y la reina, contentísimos de ver que Pellejo de asno era una gran princesa, redoblaron sus caricias; pero al príncipe le hizo más impresion todavía el conocer su mucha virtud; con lo cual se acabó de inflamar y avivar el amor de su pecho.

La impaciencia del príncipe por casarse con la princesa era tanta que apénas dió tiempo para los preparativos de la boda. El rey y la reina, lelos de cariño con su nuera, colmábanla de caricias, y contínuamente la tenian entre sus brazos.

La infanta declaró que no se casaria sin obtener el