Su madrina, que era hada, le dijo:
—¿Quisieras ir al baile, no es verdad?
—Sí, por cierto; contestó la Cenicienta suspirando.
—Corriente; replicó la madrina. ¿Serás buena? Yo haré que vayas al baile.
En segnida se la llevó á su aposento, y le dijo:
—Vete al jardin y tráeme una calabaza.
La Cenicienta fué corriendo á coger la más hermosa que pudo encontrar y la llevó á su madrina, sin que acertase á explicarse qué tenia que ver aquella calabaza con lo de ir al baile. Su madrina vació la calabaza sin dejar mas que la corteza, y al tocarla con su varilla, quedó convertida en una magnífica carroza dorada. Fuése en seguida á ver la ratonera, y encontró dentro seis ratoncillos vivos. Dijo entónces á la Cenicienta que levantase un poco la trampa, y á medida que los ratoncillos querian escaparse los tocaba con la varilla, y quedaban trasformados en briosos caballos. Y como quien no dice nada, héte aquí ya un magnífico tiro entero de tordillos rucios de color de ratoncillo.
Pensando de qué podria hacerse un cochero, dijo la Cenicienta:
—Voy á ver si en la ratonera hay algnn raton, y harémos de él un cochero.
—Tienes razon, dijo la madrina: anda corriendo.
La Cenicienta volvió con la ratonera, dentro la cual habia tres grandes ratones. El hada eligió uno de los tres por razon de su respetable barba, tocándolo con la varilla, le trasformó en un cochero mofletndo con unos bigotes de marca mayor. Luego dijo á la Cenicienta: