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hubise fijado la atención en el joven y descara casarlo con su hija; pero siempre desconfiado, se propuso ponerle a prueba y discurrió de la siguiente manera: -Quiero hacerles dichosos casándoles, pero antes es necesario que la zozobra y el temor les hagan apreciar en todo su valor su felicidad. Al mismo tiempo realzaré por medio de la piedra de toque del sufrimiento la paciencia de mi esposa, no ya, como hasta el presente, para tranquilizar mi loca desconfianza, puesto que no me es posible dudar de su amor, sino para su bondad, su duzura, su admirble pruencia brillen a los ojos de todo el muno y todos la respeten al admirar sus nobles y extraordinarias cualidades. Inmediatamente manifestó a la corte que habiendo muerto la hija nacida de su matrimonio, que calificó de loco, y no teniendo, por lo tanto, sucesión, queria tomar esposa de ilustre cuna para asegurar un sucesor al Estado, añadiendo que la futura princesa había sido educada en un convento. Terrible fue la nueva para los jovenes amantes. El príncipe dijo acto seguido a Grisélida que era necesario la separación para evitar mayores desgracias, pues indignado el pueblo de su humilde cuna le obligaba a contraer más ilustre alianza. -Es necesaio, añadió el príncipe, que volvais a vuestra cabaña, vistiendo antes las ropas de pastorsa que he mandado prepararos. La princesa oyó pronunciar su sentencia procurando mostrarse resignada y sin despegar los labios para quejarse; y si bien hizo grandes esfuerzos para