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he arrojado indignamiente de este palacio, le abro mis brazos y mi corazon con el propósito de hacerla olvidar con mi ternura cuantas penas le ha ocasio- nado mi carácter receloso; y si mucho estudio puse en disgustarla para someterla á contínuas y difíciles pruebas, mayor será mi afan por hacerla feliz. Si las generaciones venideras recuerdan los sufrimientos, que no lograron abatir su corazon, tambien recor- darán su virtud.

Estas palabras devolvieron la alegría á algunos semblantes velados por la tristeza. La jóven princesa, loca de contento al saber quién era su padre, arro- jóse á sus piés; y el príncipe la obligó á levantarse, la abrazó, cubrióla de besos y luego la llevó á su madre, que creyó morir de alegría; pues aquel cora- zon que no se había rendida á tantas penas, difícil- mente pudo soportar tan extremado júbilo al ver liena de vida ásu hija querida, á la que no había cesado de llorar creyéndola muerta.

—Tiempo te quedará, le dijo el — A para dar expansion á los sentimientos de tu alma. Ahora ponte los vestidos que tu rango exige y vamos á celebrar las bodas de nuestra hija.

Celebrado inmediatamente el matrimonio de los jóvenes novios, las fiestas se sucedieron á cual más expléndidas; y en la ciudad y en la corte sólo se habló durante mucho tiempo de la paciencia y de la virtud de Grisélida, que sin cesar había resistido tan duras pruebas, mereciendo los elogios y la admiracion de todos.