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embargo suele parecerme fastidioso, y algunas veces me creo mas feliz en su ausencia que en su compañía.

—No trato yo de esa clase de afecto: hablo del amor, del gran misterio y principio de la vida, de la felicidad inefable de la juventud y delicia tranquila de la edad madura. Mira en torno de tí, príncipe mio, y verás como todo respira amor en esta deliciosa estacion: de cuantas criaturas existen, no hay una que no tenga su compañera; el mas pequeño pajarillo canta para agradar á su amada; el insecto, que apenas se distingue sobre la yerba, busca tambien á su querida, y esas mariposas que suben volando hasta por encima de la torre, y vagan jugueteando por el aire, son felices por su mútua ternura. ¡Ah príncipe mio! ¿será posible que