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él mismo á la arena para imponer al estrangero con la magestad real. Mas en aquel momento llegaba el sol al meridiano: el encanto recobraba su influjo, y el caballo árabe se lanzó en la llanura, saltó la barrera, se arrojó en el Tajo, rompió nadando sus espumosas olas, y llevó al príncipe sin aliento y desesperado á la caverna mágica. Sobrado feliz Ahmed al apearse sano y salvo del diabólico bridon, volvió á dejar las armas y se sometió á los nuevos decretos del destino. Sentado en la gruta reflexionaba sobre las desgracias que aquel caballo y aquellas armas le habian atraido. ¿Cómo habia de atreverse á presentarse en Toledo despues de haber llenado de vergüenza á sus caballeros de un modo tan ignominioso? ¿Qué dirian, señalada-