Página:Cuentos grises.djvu/33

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

Cuentos grises 29

lutada que la aguardaba a cierta distancia. Lleno de curiosidad encendí un fósforo para leer lo que ella había escrito: el fósforo se me escapó de los dedos y me senté en un banco para no caer, apretándome las sienes con las manos para que no se me escapara la razón. ¿Sabes lo que leí? Te esperaré siempre. L.

Permanecí trastornado largo rato; apenas pude coordinar las ideas corrí por todos los pasillos en busca de las dos enlutadas... El barco empezaba ya a andar, y a estribor el segundo oficial vigilaba la operación de izar y asegurar la escala. Le pregunté en inglés: ¿Sabe usted en qué camarote están dos señoras enlutadas que llegaron esta noche?

—No son pasajeras, me contestó; vinieron de paseo y hace media hora regresaron al puerto.

* * *

Calló Raúl y cerró los ojos. Yo no me atrevía a interrumpir su profunda meditación y me puse a cavilar sobre la extraña historia que acababa de oir. ¿No había perecido la misteriosa niña en el naufragio del Alexander? Y aún suponiendo que se hubiese salvado, ¿cómo era posible que apareciese después de veinticinco años tan joven como la primera vez?

¿Sería acaso la enlutada del Newport hija de la verdadera Lelia? en tal caso ¿no sería Lelia la que la acompañaba? Pero, ¿con qué fin fueron a bordo? ¿Por qué tanto misterio?