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58 Carlos Gagini

Por aquellos días causó grande alarma en la capital la noticia de haber aparecido una enfermedad espantosa y extraña, especie de cáncer que comenzando en el labio inferior se iba extendiendo rápidamente; y el terror subió de punto cuando la Facultad de Medicina, después de escrupuloso examen, declaró que los pacientes en observación estaban atacados de cáncer del Tibet, mal incurable y en extremo contagioso. Eran los enfermos dos sastres, vecinos y asiduos parroquianos de Chano en cuya tienda pasaban largas horas, contemplando y revolviendo las mil chucherías orientales que éste tenía de venta.

Al saber Chano la opinión de los médicos solicitó permiso para curar a sus amigos, el cual le fué concedido entre un coro de sonrisas burlonas y puyas de los facultativos; pero tres días después los hombres de ciencia se pusieron serios cuando los periódicos refirieron los detalles de la milagrosa curación.

Chano salía solo de noche: una mañana, sin embargo, fué con su nieto al Parque, en donde no tardó en reunírseles el hijo del señor L... En un momento en que Enrique se alejó rodando un aro, el vengativo marinero sacó del estuche de latón el fatal silbato de bambú y prestóselo a Jorge para que jugase. Quitóselo en seguida y se alejó pálido y trémulo como el que acaba de cometer un crimen. Al llegar a casa arrojó el estuche al fuego y se cubrió el rostro con las manos.