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Cuentos grises 75

—Meneses estaba enamorada locamente de su esposa y celoso desde el regreso de Téllez: no es aventurado conjeturar qué registrando furtivamente los papeles de su mujer encontrase la carta de Daniel y pensase desde entonces en tomar venganza de los presuntos amantes. Tal fúé su intención al enviar un billete apócrifo a Daniel y al guardar la carta de éste en el bolsillo de Amelia. ¿Se arrepintió de su villana acción al dar muerte a su esposa? ¿Se propuso agravar más la culpabilidad de su rival sustrayendo las joyas? No lo sé. Lo cierto es que para hacer creer en un robo convenía dejar alguna joya perdida en la acera, y como era peligroso salir esa noche a la calle, lo lógico era dejar caer desde el balcón alguna alhaja. Por eso examiné la falleba de aquél y ya pueden ustedes imaginar mi satisfacción al ver confirmado mi razonamiento.

Las pesquisas practicadas en la habitación del señor Meneses probaron lo dicho por Marcial. En su precipitada fuga el asesino se había llevado todos los valores de su caja de hierro, que apareció completamenta vacía; pero en un cajón del escritorio se encontraron las joyas robadas.

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Han pasado más de dos lustros desde el sangriento suceso y todavía cuando hablamos de él se exalta Marcial y me dice: Si algún día encontrase al miserable al alcance de mi