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Cuentos Ingenuos — 137

apuntó la dama, completamente ganada por la actitud beatífica de Leandro.

— ¿Tiene novio?

— Sí. ¡Cosas de muchachos! Ha tenido novios... Se vistió de largo muy joven, a los quince años... y lo tiene ahora, según creo; pero esto no le preocupa, que yo sepa al menos... ¿Verdad, Purita? ¿Te da disgustos Marcial?

— No, mamá, ninguno; tú lo sabes.

— ¿Por qué, pues, se desvela? ¿Tiene usted algún deseo no realizado? ¿Hay en sus ensueños alguna idea fija, dominante? ¿Qué suele soñar?

— ¡Oh, nada! Tonterías. Mamá... dice que es por la debilidad.

La cariñosa madre intervino nuevamente.

— Se acuesta tarde. Noches de dejar a las amigas a las tres, después de bailar como una loca. Yo creo que la desvela el mismo cansancio, porque no hay otro motivo, y en casa no se le da el disgusto más leve. Es un delirio por el baile, la chiquilla.

— ¿Y quiere usted mucho al novio?

Aquí sonrió Purita por única respuesta.

— ¿Son antiguas las relaciones?

— Tres años.

— ¿No quiere casarse? ¿Por qué no se casan?

— ¡Bah, no, doctor! — saltó la madre—. ¡No piense usted que la apena eso! Mi hija es una