las filosofías extrañas hubieron de amarrarlo y de velarlo como con una túnica cilicio, constituye la esencia de las novelas de Felipe Trigo, y ocupa buena parte de sus libros de sociología y de arte. Su prosa es férvida, clara, llena de vigor, lo sobrado flexible y varia para ir desde el verismo más audaz al lirismo más alado. Menos decadente que Gabriel D'Annunzio, porque es más sincero, sólo se le asemeja en la casi inconsciente reproducción del alma propia en los protagonistas de sus obras. Jorge, el bello adolescente de La sed de amar; Luciano, el gentil amante de Las Ingenuas; Darío, el artista de Alma en los labios; Víctor, el escritor de La Altísima..., son todos personificaciones diversas del espíritu ardiente y triste, insaciado e insaciable, de su creador, y que se parecen como hermanos.
Mas donde aparece principalmente la derivación flaubertiana de la obra de Felipe Trigo y el valor de su ingenio instintivo y penetrante es en la pintura de la mujer y en el análisis de la psiquis femenina. Aparte de la protagonista, una verdadera guirnalda de mujeres se agita en cada uno de sus libros, surgiendo de diversos ambientes, y ninguna de ellas, joven o madura, ingenua o corrompida, impasible o sensual, amante gozosa o amante dolorosa, deja de vivir vida autónoma, deja de obrar según su naturaleza, según su educación, y sin contradecirse jamás. Ante el amor son igualmente débiles y vencidas. Ni una de la