arte, con aquella firmeza y con aquella amplitud de procedimiento, con aquel cuidado del detalle y aquella variedad de los caracteres y de los personajes que van haciéndose cada vez más raros entre los autores contemporáneos, y que con Flaubert, Maupassant y Paul Bourget tuvieron glorioso ejemplo.
Tal facilidad de escribir y tal riqueza de facultades observadoras y analíticas llevaron a Felipe Trigo quizá un poco, en su primera novela, Las Ingenuas, que ya alcanza la cuarta edición, a olvidar el sentido de las proporciones: es una larga novela, en dos tomos, que tal vez pudo reducirse a uno sin daño de su tesitura.
La ingenua representa, a juicio de Felipe Trigo, la mujer que caracteriza principalmente, por cuanto se refiere al sentimiento, la evolución de la conciencia social; ella sufre la lucha de los instintos, que se le despiertan con las viejas tradiciones que la abandonan. Llama ingenua el autor a su heroína antes por compasión cariñosa que por desprecio. Son las víctimas, y no saben más que sufrir, porque no pueden o no quieren llegar hasta la causa de su sufrimiento, afrontarla y vencerla, o, al menos, combatirla. Alguna semejanza tienen las ingenuas de Felipe Trigo con las desencantadas de Pierre Loti: de las unas y las otras, la educación refinada ha hecho apóstatas morales. Entre todas las ingenuas descuella Flora, la jovencita española educada a la