parisiense, instintivamente pura, más ansiosa y curiosa del amor que le inspira el marido de su hermana. Esta es una mujer limitada y tranquila. Flora acaba por convertirse en la amante del cuñado. El proceso de tal pasión hállase conducido magistralmente; los personajes, desde el protagonista hasta los de menor importancia, viven la verdadera vida. Algunos episodios de guerra y de viajes por países lejanos (recuerdos de la vida del autor) prestan por algunos momentos nuevos ritmos al de esta pasión formidable.
Superior a Las Ingenuas me parece todavía — y ha sido dicho por muchos — La sed de amar: una excelentísima novela, orgánica, varia de personajes y de hechos, inundada de pasiones, triste, con esa tristeza que proviene de una inmensa aspiración que no halla tregua.
Así, Jorge, el protagonista, sediento de alma, la busca inútilmente en cuantas mujeres tropieza, en la honesta y en la impura, en la refinada y en la impetuosa, en la intelectual y en la sencilla... No sacia su inextinguible sed. Ni la extinguen tampoco las mujeres que cambian con él sus afectos, angustiadas igualmente por la nostalgia divina. Esta es la novela de Felipe Trigo más rica de figuras femeniles, todas con tan poderosa y propia individualidad que viven y vivirán siempre en la memoria de quien una vez haya leído el libro: Lola, la hermana de Jorge, el único cariño de su vida, y que muere como una flor arrancada;