Justina, la orgullosa; Silvia, la bella; Marta, la encantadora; Rosa, la ingenua; Mercedes, la cortesana..., y otras, y otras, en situaciones bien distintas, entregadas todas plenamente, y ninguna capaz de «realizarle» el ensueño.
Estas dos novelas pertenecen al primer ciclo del autor, cuyo propósito fué estudiar en ellas — son sus palabras — la pasión, tratando de idealizarla, y demostrando, al fin, la imposibilidad de conseguirlo, por cuanto tiene la pasión de enfermo y monstruoso.
Luego, a manera de afirmación frente a tales negaciones, en Alma en los labios y en La Altísima, quiso Felipe Trigo estudiar el amor verdadero, sentido y visto a través de la verdadera inteligencia, elevado al grado de sentimiento noble y apto para darle al íntegro ser humano reposo y felicidad.
Alma en los labios es la novela predilecta del autor, que en ella ha condensado más que en otra alguna su estilo ardiente, imaginativo, elegante y sinuoso, dócil para revestir lo mismo el concepto más profundo que la emoción más fugaz. El da forma delicadísima al ideal proclamado: el de la fusión perfecta de la ilusión con la realidad, de los sentidos con el alma, de las aspiraciones humanas de la fiebre erótica con las aspiraciones excelsas del espíritu. Alma en los labios es la historia de un envidiable amor entre dos artistas, Darío y Gabriela. Ella aporta la