Página:Cuentos ingenuos.djvu/176

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
36 — Felipe Trigo

confundieron con la gente — sin haberse despedido de Ricardo.

— ¡Oh, las orgullosas! - pensaba éste con su maleta en una mano y su manta en la otra —. ¡Me alegro! ¡Que se amuelen!

Y todavía, unos minutos después, conducido en un ómnibus a la estación de Salinas, por entre la ría, que no era más que un canal insignificante, y un bello paseo de jardines lleno de arcos y faroles de papel, como para una fiesta, perdonaba, en gracia a los ojos de color de uva de la joven, la indiferencia descortés de estas damas aristocráticas, que sabían, al menos, ser indiferentes y aun descorteses con naturalidad, con aplomo, con suprema distinción... sin los ridículos y groseros aspavientos de las buenas burguesas del tranvía.

¡Benditas de Dios! ¿Cuál sería, de éstas de Avilés, la villa a que querían prenderle fuego con petróleo?...