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46 — Felipe Trigo

reseñas de salones... ¡Ya lo creo! ¡Monteros de Espinosa! ¡Digo! ...Y Villarroel... que heráldicamente vendría a ser algo como «roeles de señores de una villa». El Villarroel era el padre, y, además, Ladrón de Guevara, nombre perdido en Ladi, naturalmente, por no sobrecargarse de timbres...

Tus manos blancas,
tus manos blancas
de princesa,
de princesa de... de...

De castillo medioeval, o roquero, o cosa así. En sentido enteramente aristocrático, y sin recurrir a los nardos..., ya bien profanados por los mil imitadores de Rubén...

Pensó que no puede caberle mayor desgracia a un gran poeta que sus imitadores. A un gran poeta. A un novelista. Ellos, sus imitadores, son los encargados de ponerlos en ridículo.

Y en un rincón, mientras soñaba Ricardo con sus futuros triunfos poéticos y teatrales, bailaban los ojos de color de uva...

¡Ojos de Ladi... de su novia!

Habría preferido poder escribir Lady, con y, y pronunciar Ledi, por consiguiente... para evitarse entre sus impiadosos camaradas madrileños del café, cuando leyeran los versos, la contingencia de equívocos en diminutivo, creyendo quizá que se tratase de... alguna cualquiera. Mas ¿qué