Faltó al periódico. Durmió en desvelo, ardiéndole dentro aquella luminosa borrachera de alcoholes de alegría.
Por la mañana le escribió al director de El Liberal, diciéndole que tenía que resolver un asunto de familia urgente y que le dispensase por esta noche también.
Empleó la mañana en pensay en la noche. Contemplando la pobreza de su cuarto recordaba aquella adivinación de sedas y de lujos que en la pasada sintió tras de la reja. Sí: había percibido desde la calle la sensación de riqueza y de confort, como se percibe la de la sólida cocina a la puerta de las fondas. A ratos creía que pudiera desafiar con la derrotada humildad de su traje de El Águila todos los faustos al sol ante la divina Ladi, que no necesitó verle a su ventana de frac para... prometerse, más que nunca enamorada... ¡ Ah, qué sencillez, qué encantadora facilidad en tal promesa!...