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Página:Cuentos ingenuos.djvu/259

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La de los ojos color de uva — 119

peinada, con una flecha de turquesas del mismo tono que sus ojos en el pelo. Quizá desmasiado rojos los labios y demasiado grandes las ojeras en su blanca faz de caprichosa, de nerviosa.

Callada y absorta, con una contracción de triunfo en los labios, era, no obstante, la única que no seguía la emoción del drama tomándola en la escena directamente. El codo, de calado y sedoso guante blanco, en la barandilla grana, el abanico en la barba y la cabeza medio vuelta al fondo del teatro — donde aspiraba con avidez voluptuosa los estremecimientos del público, observándole, recogiendo sus latidos, que acentuaban la expresión crispada, un poco diabólica, de su sonrisa.

De cuando en cuando flameaba en sus mimosos ojos de gata de Angora un relámpago de satisfacción. Era que sorprendía unos gemelos asestados a ella fijamente.

Sí, sí «¡la novia del autor!» Los iniciados, desde la expansión de su padre en el Casino, habían corrida lo noticia de que allí estaba la novia del nuevo autor. Y la noticia rodaba de butaca a butaca, de palco a palco... Y Ladi la seguía en sus zigzags por los gemelos que a cada instante la miraban, y deleitábase esta noche — sobre la victoria que siempre su belleza le daba entre las gentes de su clase — en la de una admiración más general extendida, gracias al talento de su novio, por el teatro entero.