Sólo que los sorprendió la voz de Gloria en la azotea, llamando:
— ¡Rodrigo! ¡Rodrigo!
Gloria extrañó no verle; pero, guiada por el rumor de la conversación no lejana, no tardó en descubrirlos en la torre. ¿Quién acompañaba a Rodrigo?
Ellos se escondieron.
Maliciosa, Gloria insistió en llamarle, advírtiéndole que le había visto.
Y entonces Rodrigo tranquilizó a su amiguita, empezando a descender con ella.
Apareció él primero por lo alto de la tapia. Detrás, Elia, que no osaba apearse hasta que el muchacho lo hiciese, y miraba a Gloria sonreír:
— Bueno, ¿y qué? ¿Qué quieres tú?... Esta es una niña que vive en la fonda — explicó Rodrigo, a caballo en la pared —. ¿Para qué me llaman?
No obstante, sentía enojo de rubor por haber sido descubierto; él, que, sin saber por qué, les había ocultado a su mamá y a Petra las entrevistas