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XI


En cambio, la curiosidad de muchos espectadores de los palcos y de las sillas parecía tener al de Rodrigo por objeto. Buscaban los lentes a Petrita, divina con su pelo oscuro partido en bandas y su vestido claro que le aprisionaba el talle, graciosamente apoyado en la almohadilla escarlata de la baranda del antebrazo, cubierto por el guante, entre cuyos blancos dedos brillaba el nácar de los gemelos. Buscaban también a Josefina, con su arrogancia de mujer hermosa y su distinguida altivez de virtuosa dama, sentada junto a la noble doña Luz, que vestía severamente de negro.

Al entrar, habían contestado acá y allá los saludos de algunas personas de su amistad. Aurora y su madre estaban con la familia del gobernador; Pedro Lujan, en el palco del teniente coronel Romero, y Luis Contreras, en una silla de primera fila, cerca del callejón de las cuadras, donde, cuando terminaron los clowns, una doble fila de criados con librea azul dejó calle a un equilibrista, mientras la orquesta rompía en un vals lento. También estaba en sillas Román de Herrera, el joven estudiante de último de Leyes y ya novio de Petra.