claro es que esa fué tu intención, por ella adivinada)... ¿te habría contestado lo mismo?
Inmediato y decisivo el efecto. El semipariente protestó con gravedad:
— ¡Hombre, no!... ¿Veis? ¡Ya me pesa el habéroslo contado!... Ni confianza ni música: una indecencia, y entonces sí que me larga el bofetón y llama a su madre y no vuelven más ni a recibirme.
— ¡Hombre, sí! — apoyó en el mismo tono Teodorito, que era, aunque aturdido, bondadoso e hidalgamente justiciero —. La niña tiene cosas... pero ¡nada más! Nadie hay en este pueblo que pueda decir contra ella ni tanto. Vamos, de su formalidad... de su verdadera conducta, ¡a pesar de sus cuatro o cinco novios y sus rejas! Con decirte, Athe, que a mí mismo me dejó porque dice que estoy loco... Si no, ¡vaya si me caso!
— Y a mí porque cree que soy «muy bruto»; o lo que es lo mismo, como me escribió desde Caldas: «materialote y descarado» — confesó Marcial —. Y a Segundo Jaime, porque dice que es muy feo; y a Román, por chico... ¡Es una romántica!
— ¡Y una caprichosa! Pero en cuanto a su honra, a lo que se llama su honor, apreciadísíma. Justamente creo que así es como se prueba una mujer, ¡qué demonio!
Hubo un silencio. Encendieron un pitillo, y el