las dos criadas, afeábanle al gran cacique el haber hecho que Morcillo desmintiese un hecho tan notorio. Otros no hallaban tan notorio el hecho, en verdad, y sostenían que únicamente y mejor que nadie lo sabrían la interesada y su padre, que hacíanlo desmentir. ¿Iba a estar el honor de una familia a la merced de un pelagatos?... Además, encontrábanle a los primeros telegramas, releyéndolos, y sin contar con lo que les quitó discreto el Heraldo un sin fin de tonterías... como inermes... y virginales pudores de la niña y la mamá.
— ¿Qué?... — resumiendo se preguntaban, sin embargo, hasta los más graves y sesudos —. ¿Había sido Margot ultrajada o no?... ¿Podría ni siquiera dilucidarlo el juez con la declaración de los pastores?... Porque éstos a buena cuenta sólo aducirían que la hallaron en el lecho descubierta y desmayada..., con señales, que lo mismo podían ser de una violación que de un estado fisiológico. Y ante la duda, ante la duda tremenda que para el juez y para ellos quedaría por siempre insoluble, acudía a sus pensamientos, por primera vez, la idea de Athenógenes como tal novio de Margot...
¡La idea del pavoroso conflicto moral que se les echaba encima a los dos enamorados!