Página:Cuentos ingenuos.djvu/391

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
Lo Irreparable — 259

rostro la infeliz, el novio recibió toda la sorpresa. Estaba demudada y era otra. La velutina con que, quizá por gentileza, había querido ocultarle los destrozos de su faz, quedaba lavada por las lágrimas. Unas ojeras muy grandes, unos pómulos salientes, una boca seca, árida, cansada.. Una tísica, bella, sí, más bella acaso que nunca, por el sufrir ennoblecida; pero espectro..., espectro de sí propia. ¡Una vida arruinada, asesinada..., que se comprendía que no escribiese a quien tampoco ya pudo estarla escribiendo con reflejos inmediatos de su alegría y de su hermosura, sino aquellas líneas breves e inciertas!

Tuvo Athenógenes completa la visión de la horrenda noche, cuyo fatídico despojo en esta mujer se le ofrecía trágicamente a la triste luz de una farola de la calle, y, sin querer, le habló de los bandidos.

— ¿Sabes?... ¡Los han preso! ¡Los ahorcarán!

Margot lloró de nuevo más inconsolable. Esta salutación de piedad, de noble ansia de venganzas que, al fin, dedicábala su novio, le había ido al corazón rectamente. Quiso el piadoso compartirle las penas, los recuerdos imborrables, y exclamó, tras un silencio:

— ¡Cuánto sufrirías aquella noche! ¡Oh, Margot! ¡Mi Margot!

La vió en seguida temblar..., sintió que le retiraba la mano en una indecisión de convulsiones, y