lesiones graves orgánicas en el sistema nervioso más fuerte. Fíjese en la enferma. Aquí Pardo, que nos quiere, y a quien por tal razón acaso ciega el optimismo, obstínase en creer en los efectos de un gran susto, que, al cabo, hubieran de pasar; mi hija, sin embargo, naturaleza enérgica, capaz de haber ido reponiéndose de un trastorno funcional, se va agotando poco a poco. Debe de haber más que neurosis, más que un simple abatimiento moral de tan pertinaces consecuencias, aun con ser tan hondo el motivo. Degeneraciones medulares..., principio de tabes..., melancolía..., ¡algo!... Pasen a verla.
— ¡Oh, bah, bah! — rechazó afable el buen Pardo, guiando al compañero —. ¡Visiones, señor de Rivadalta!
Pasillo adelante, admiraba la exacta fe de informador escrupuloso con que el gran senador les decía a los médicos el percance de su hija, como si omitiéndolo temiera que no bastase a explicar cualquier neuropatía el solo horror por los ladrones y asesinos. Además, hoy, escuchándoselo otra vez, acababa de sufrir una inquietud. Una inquietud, en verdad, que relacionaba de improviso con el abultamiento de vientre que iba notándosele a la joven... ¿Embarazo?... ¡Ah, y él que ni siquiera pensó en una contingencia tan posible! ¡El, que de tan absurda la idea de que la Naturaleza dejase germinar una vida en un ángel por el monstruoso crimen de un bandido..., ni remotamente habríala sentido cruzar por su mente!... Y aquí,