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Página:Cuentos ingenuos.djvu/415

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Lo Irreparable — 283

¿Dónde radicaba, pues, y qué era el honor de las mujeres?

Las dudas, las confusiones, le componían un problema de tal modo colosal, abrumador, que probablemente engendrarían en él, si había de resolverlo, un gran filósofo.


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Un día se supo en la ciudad que dos especialistas de Madrid, pagados a peso de oro, habían llegado para cuidar a Margot en su próximo alumbramiento.

Y por la tarde se supo que había recibido Rivadalta un telegrama de un ministro, que decía:

«Tengo triste satisfacción participarle que, denegado indulto que obispo y pueblo de Córdoba solicitaron favor bandidos, mañana serán ejecutados.»

Las gentes se estremecían de horror.

Tal vez cuando estuviese naciendo el hijo, su padre estuviese echando la negra lengua en la horca.