llevarla a la mía, hacerla mi mujer...! Créeme. El ideal es esa Aurora Rubí: pero es hija de un hombre muy rico.
En seguida me contó que Aurora había estado con él atentísima, quizá más que con nadie; pero que, sin embargo, y a pesar de que la quena cada vez más, teniendo en cuenta la alta posición de aquella familia, no se atrevería a intentar nada. Yo hícele notar a mi amigo que teniendo él una carrera brillante y un nombre literario conocidísimo en Madrid, debían tenerle sin cuidado los miles de duros del suegro. Mucho menos cuando, a juzgar por el modo de saludar de Aurora, cuyos ojos se habían fijado en César con mimosería singular, la niña estaba de su parte. Continuamos hablando del asunto mucho rato a la vuelta del paseo, y ya de noche, en la Puerta del Sol, dejé a César con sus cavilaciones eternas y eternas dudas y desconfianzas.
En Marzo volví a verle en una platea del Español, con Aurora y su familia. En toda la noche cesaron de hablar, cubierta ella la cara con el abanico de seda, sin importarles un pito la representación. Y después, durante todo el verano siguiente, le encontré siempre